sábado, 28 de mayo de 2011

La relación secreta de Franco con los Aliados



“Mi padre fue un hombre civilizado que vivió en un tiempo incivilizado“,declara la actriz Merryl Streep con acento extranjero en la película de Alan Pakerla, “La Decisión de Sophie” basada en la novela de W. Stylton. Afirmación que dará otro giro a la trama al descubrir que ese padre de ficción era un nazi. Parafraseando a Stylton, pero por un significado opuesto y real, yo podría decir: “Mi padre fue un médico demasiado sensible que tuvo que coexistir entre hombres despiadados“.

Desearía pues, atraer la atención del lector de La Clave Embassy (La Esfera de los Libros, 2010) con el relato de los hechos verídicos e inusitados que me han movido a escribir este caso familiar invisible hasta lograr enlazarlo con la historia de la Europa contemporánea a través de España. Forzarle a que se replantee el singular capítulo de las relaciones internacionales franquistas de los años 1940, no sólo al descubrir la secretísima actividad del gallego, Eduardo Martínez Alonso con el MI6, encubierto como el simpático médico de la embajada Británica en Madrid - que lo era -.  Pero cuyo afranquismo, nula militancia política, o ideológica por otra parte sirvió de estupenda coartada ante las autoridades locales para moverse en una clandestinidad abierta a los ojos de todos. Mi intención por tanto es romper viejos esquemas dados por válidos a los largo de 70 años. Igual que es mi deber contar que la participación aliada fue mucho más directa y favorable a los intereses propios y a los franquistas de lo que veníamos creyendo. Porque a partir de la experiencia personal de mi padre como médico y agente del SOE en España, mi deseo es tanto difundirlo como reivindicar la memoria de miles de españoles ignorados. Máxime viviendo como vivieron sometidos a la innegable influencia del III Reich y al poder superlativo de Hans Hellermann, alto cargo de la Gestapo, frente a la prudente y soterrada intervención de los representantes diplomáticos británicos ante el gobierno del dictador.

Habría entonces que replantearse el alcance positivo de la neutralidad española en la secretísima ayuda humanitaria como una crucial estrategia política aliada prácticamente inadvertida, pero lograda esencialmente por una hábil manipulación británica de la misma neutralidad. Por esa complejidad jurídica de los refugiados. apátridas, o indocumentados procedentes de los países doblegados al III Reich, que aunque rescatados con vida de las garras nazis, permanecían cautivos en España, expuestos al dramático y absurdo vacío de identidad personal por la falta de documentos. Esas mismas circunstancias enrevesadas fue lo que obligó a los aliados a recurrir a los expertos del MI6 para encontrar la solución. Los auténticos autores de las piruetas clandestinas de unos rescates humanitarios hábilmente encubiertos por la Cruz Roja Británica, dada la tenaz presencia alemana en España. No sólo era cuestión de socorrer a las víctimas, también había que devolverles su dignidad. Reconvertirlos como personas. Un problema humano de tal envergadura para Churchill y Roosevelt que lo convirtieron en un asunto de Estado a tratar directamente con el general Franco tan pronto como noviembre de 1940. Obviamente por detrás del ostentoso poderío nazi. Noticias secretísimas que no se han podido probar hasta la desclasificación de los documentos oficiales británicos con el Freedom of Informatión Act del 2005. El juramento de silencio en el Acta Oficial Secreta firmada por mi padre ante el Estado y la Corona británica en el exilio de Londres en 1943, guardada en un archivo propio durante 62 años, siendo un súbdito español que eventualmente regresa a su hogar sin mayor problema, - y sin siquiera rozar al temido Tribunal de Espionaje y Alta Traición – al quedar erradicado el verdadero peligro, léase el del poderío alemán, confirma la significativa y oculta participación de España en la IIGM. Porque tampoco nos deja duda de que el general permitió estas complejas concesiones gratuitamente con sólo ese ejemplo.

Pero más me gustaría sorprenderles aún cuando lean la ingenua audacia de los estratégicos rescates humanitarios de los que mi padre, junto a sus amigos británicos, se ofreció de cobaya voluntaria del MI6 desde el inicio de estos salvamentos en nuestro país. O la astucia empleada para liberar oficiosamente del campo de concentración de Miranda de Ebro a cientos de polacos (gentiles y judíos, sin desglosar como tales, para mayor protección de la Gestapo) con excusas médicas. Aún cuando el doctor contara con el respaldo de la embajada y de la Cruz Roja Británica, después había que trasladarlos semi ocultos por media España hasta situarlos en Valença do Minho via Redondela. El último cobijo encubierto de los fugitivos en nuestra casa familiar bordeando la ria de Vigo, antes de escabullirlos también ilegalmente, por el rio Miño hacia Portugal con la valiosa cooperación de los contrabandistas gallegos. Una solución aparentemente rocambolesca, que es en realidad una estrategia bélica de primera magnitud, ordenada y supervisada desde Londres, aceptada bajo cuerda por el general Franco y que irá retomando otras formas y lugares geográficos mientras se prolonga la guerra al menos hasta 1943. La única solución viable para seguir rescatando con trucos similares a los 200 fugitivos diarios perseguidos del nazismo en Europa, según datos de la propia Cruz Roja Británica. 500 de los cuales saldrán evacuados ilegalmente cada semana siempre al cobijo de la neutralidad de la Península Ibérica. Una maniobra política en la que Galicia y un puñado de discretísimos habitantes de la región jugaron su arriesgado y generoso papel sin pedir nada a cambio, frente a la abierta infiltración de los agentes de la Gestapo.
Si por su ética profesional y solidaridad personal, el Dr. Eduardo Martínez Alonso quiso involucrarse secreta y voluntariamente en una clandestinidad tan extravagante para recuperar y reintegrar a la sociedad a unos 350 polacos desconocidos de apellidos impronunciables víctimas de la II GM, por ilegales y rebuscados que fueran los procedimientos, yo, como su descendiente más próxima, también tengo la obligación de contarlo como realmente ocurrió.

Patricia Martínez de Vicente es escritora, antropóloga social y  autora de La Clave Embassy (La Esfera de los Libros, 2010)

Publicado en el diario El Atlántico, el domingo 1 de agosto de 2010.

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