El MI6 en la frontera gallega

Las ayudas humanitarias apenas trascienden entre las noticias bélicas. Son lo que menos atención se presta y relegan los historiadores ya que no suele involucrar a los principales personajes, ni contiene archivos interesantes. Pero en el caso de la II Guerra Mundial, su desarrollo resulta altamente interesante y es de trascendental importancia.  Porque gracias a la estrategia del Servicio Secreto Británico se salvaron miles de refugiados que huyeron por España. 

A pesar de la extrema discreción de los responsables y, más aún, el gobierno de Winston Churchill para preservar este gran secreto y mantener cerrados los archivos del MI6 durante tres generaciones, por esas coincidencias imprevisibles e incontrolables, el Freedom of Information Act del 1 de enero del 2005 truncó los viejos planes políticos. Y favoreció los históricos. Ya se podían rebuscar las noticias por los vericuetos que unieron inesperadamente a gallegos e ingleses en la clandestinidad para llevar adelante los salvamentos humanitarios. Por lo tanto, la desclasificación de los documentos en los National Archives de Londres me permitía, consultar, contrastar y confirmar la relación de mi padre, el Dr. Eduardo Martínez Alonso, con el SOE (Special Operations Executive) en estas operaciones. 

“Ha sido nuestro principal agente del SOE al ayudarnos con los rescates desde fuera y a través de España, (Ref: ADM/144/112) y por tanto sugiero que continúe asesorándonos“, - comunica la Embajada Británica en Madrid al MI5 en Londres del 11 de febrero de 1942, cuando solicitan sus informes. “Deberán tener en cuenta su experiencia directa en las evacuaciones por el rio Miño. Conoce valiosos pormenores sobre la ruta de Valença que él ha organizado”, insisten sus compañeros en el telegrama 4130 que llega una semana después que él para liberarlo del forcejeo con un MI5 escéptico que no acaba de entender a qué se debe la inesperada aparición de este médico vigués con su flamante esposa recién casada. Pero Madrid insiste: “no preguntarle acerca de sus actividades clandestinas ya que podría desvelar nuestros movimientos y contactos actuales en España. Principalmente porque él se ha encargado de las rutas de evacuación hasta Vigo desde Miranda de Ebro … Ha cooperado en muchas negociaciones difíciles, como el cruce de fronteras, ayudándonos eficazmente y sin desfallecer nunca.” Además, añade su amigo y Agregado Naval Británico, el capitán Alan Hillgarth (en su doble función de Oficial de la Inteligencia en España), “ tiene una relación extremadamente íntima con esta embajada y … nos es de gran utilidad en este momento.” Porque en efecto, antes de tener que huir de España perseguido por la Gestapo en febrero de 1942, mi padre había ejercido como médico de la Embajada Británica, y de Cruz Roja, indistintamente. Un conjunto de noticias más amplio del que yo tenía y que ya había contado a través de los testimonios de mi madre en “Embassy y la Inteligencia de Mambrú” en el año 2003. El escrutinio Ramona de Vicente, su mujer, es igualmente exhaustivo. Su detallada ficha personal permanece en esa misma carpeta, aunque como acompañante, no como cooperante, anterior a su matrimonio en la Iglesia de Santiago de Vigo un mes antes de fugarse juntos. El destino ha querido mantener a la pareja unida hasta la eternidad de una manera muy singular.


No obstante, en cuanto abrí la carpeta 22666/A y comprobé que mi padre había firmado el Secrets  Act el 27 de enero de 1943, pude entender otras cosas. Como el porqué de su negativa a contar los hechos de su colaboración humanitaria y clandestina con los Servicios Secretos Británicos durante los años cuarenta. No es que él no quisiera hablar, es que tampoco podía. Nunca jamás y, para siempre. Y lo cumplió a rajatabla, acatando su juramento hasta la tumba. Pero su destino me ha situado, precisamente a mi, en el camino acertado para desvelar el intricado proceso de unas rutas de evacuación que atraviesan media España, pasan por nuestra casa de Redondela, hasta llegar a Portugal, para que se salvaran miles de refugiados de la persecución nazi. Como se puede verificar en el “Reportaje del Dr. Martínez Alonso“, que narra en primera persona y él supervisaba incluso desde el exilio en Londres. Por lo tanto me acabo de enterar en marzo del 2006 que mi padre había sido el responsable del SOE británico de las evacuaciones en la franja fronteriza del rio Miño con Portugal.

Yo me limito a los pasos de la frontera gallega (denominada la ruta de Valença de Miño) y estudio las posibilidades de la frontera salmantina entre Ciudad Rodrigo y Fuentes de Oñoro. Paso que se ha utilizado con éxito para los polacos, aunque ha habido algunos casos desafortunados, quizá por falta de medios apropiados, mala organización y porque se intenta contrabandear a demasiada gente a la vez. … La ruta de Vigo no debería utilizarse tanto, aunque sea segura y conveniente; en cualquier caso siempre es bueno contar con alternativas. Ahora mismo utilizamos dos puntos diferentes. Uno en Guillarey, junto al rio Miño, que corre paralelo con la carretera y el tren. Aquí es donde los hermanos Alén tienen una casa (que toda vía existe en el año 2007) una tienda y una pequeña granja.  El siguiente punto está más próximo al rio, donde nuestro agente Trimotor, cuñado de uno de los carabineros, tiene otra casa y un barquito de pesca que podría albergar 12 hombres y una tripulación de seis personas. Utilizamos lo dos puntos alternativamente.

Pero recalca desde sus recomendaciones londinenses: no recomiendo usar la ruta de Vigo ya que las autoridades conocen perfectamente que nos encargamos de pasar gente por el Rio Miño hacia el norte de Portugal y en cuanto ven aparecer un coche británico con matrícula diplomática, las autoridades, de acuerdo con la Gestapo, están pendientes de sus movimientos. Por eso es conveniente alternar las paradas en Guillarey. Él sugiere desviarse por Santiago de Compostela via Porriño, incluyendo unos mapas detallados de la zona dibujados por él mismo,… haciendo noche en la carretera desviándose por la Bañeza o el Hotel Olíden de León, viniendo desde Madrid. Los salvoconductos se pueden falsificar con facilidad - he traído dos conmigo.  Si la persona no tiene un aspecto muy extranjero, puede pasar por español, pero no debe dejarse ver demasiado. Santiago de Compostela es un centro turístico y es más fácil que el cuerpo diplomático lo visite. Sugiero que todos los ocupantes (que procedan de Madrid) se bajen a visitar los monumentos en la mañana, y coman en la carretera, Pontevedra-Vigo como por ejemplo en Puente Sampayo donde hay un criadero de ostras - una estupenda disculpa para parar un par de horas - y llegar a nuestra casa de Redondela al atardecer. Los hermanos Alén y Trimotor sólo quedan a 25 kmos de distancia y Rios (el taxista y agente británico en Vigo) podrá recogerlos en el camino y acompañarlos hasta el Miño. Al regreso deberá evitar pasar por Vigo.

A la vista de la envergadura que estaban alcanzando los salvamentos humanitarios entre 1940-43, después de revisar el archivo 22666/A que corresponde a mi padre y otros documentos paralelos y que abarcan tal variedad de ayudas humanitarias relacionados entre sí, que consideré imprescindible complementarlas con los archivos de la Cruz Roja Británica. Allí encontré el Red Cross of St. John - The Official Record of the Humanitarian Services of the War Organisation, 1939-1947. Unas interesantes noticias adicionales a las del MI6, de difícil acceso, posiblemente para preservar el gran secreto sobre las ayudas aliadas via España que los archivos oficiales no podían mostrar. Allí descubrí que ya en abril de 1941 se habían repartido desinfectantes, ropa y tabaco para los presos aliados en las cárceles españolas. Ademásde dos mil libras en medicamentos, enviados a la embajada en Madrid, bajo la supervisión de mi padre, desde Londres, durante 1942. (pag. 550)

Este informe cita que en los últimos 10 meses se habían liberado 400 hombres de las cárceles españolas, pero llama mucho la atención que la desinformación interna era tal que el mismo embajador no comprende cómo el War Office no está al corriente. La explicación que recibe  Sir Samuel Hoare es que las listas de nombres de los refugiados las manejaba el MI9 (es decir, Michael Creswell desde Madrid), y dado el alto riesgo que corren, el Foreign Office se cuidaba mucho de no divulgarlos, pues desgraciadamente, “hemos llegado al punto en que otros presos de los países aliados también deberán ser atendidos” (pag. 551). En una pugna abierta entre los intereses diplomáticos y los del MI6, se decide que la Cruz Roja Británica servirá de pantalla intermedia para las soluciones humanitarias desveladas ahora por primera vez. Se deduce, no obstante, que los beneficios que puede aportar la neutralidad española al conjunto de las operaciones humanitarias en una Europa arrasada por los alemanes que atraviesa por unas dificultades progresivamente acuciantes, es prioritario puesto que para agosto del 41, ya había 800 detenidos aliados en Miranda, de los que 144 son británicos, 89 canadienses y 306 polacos. Fechas en las que mi padre los visitaba cada fin de semana para comprobar su estado de salud y liberarlos bajo las instrucciones del Brigadier Torr, Agregado Militar de la Embajada en Madrid, hacer los repartos de comida, ropa y tabaco que proporcionaba la Sra. Hillgarth  (esposa del Agregado Naval) para mantener levantada la moral de los presos. Como  mencionaba mi padre en sus memorias publicadas por Doubleday en Nueva York en  1961, sin especificar que él también era parte de los componentes del SOE en España y un colaborador clandestino en su propio país.

Puesto que los enemigos declarados en las trincheras lo eran hasta para negar el más elemental  auxilio humanitario fuera de ellas, explicaría porqué los aliados tuvieron que derivar hacia la clandestinidad el rescate de sus prisioneros aprovechando la neutralidad española y verse obligados a crear las rutas de evacuación entre los Pirineos y Portugal, o Gibraltar para miles de huidos de los nazis en el resto de Europa. Operaciones en las que el gobierno de Franco no interviene directamente - ya que a cambio recibe otros auxilios indispensables para su país, tales como comestibles y medicamentos- convirtiendo a España en una irremediable tabla de salvación para miles de refugiados que quedan a merced de los cooperante  de un MI6 que no le queda más remedio que respaldar con sus estrategias de Inteligencia Militar las ayudas de la Cruz Roja Británica, dada la enorme envergadura que va tomando este apartado bélico.

Sir. A. Lawrence, en representación de la Cruz Roja Británica visita a las autoridades españolas para determinar la condición legal de los presos procedentes de los países aliados y defiende que no deberán considerarse prisioneros de guerra, puesto que si no han aportado su documentación, se deberá entender que estos hombres están “moralmente indocumentados”, contra su voluntad. (pag. 553) Porque si a los detenidos se les llegara a tachar de “desertores”, en ese caso podrían considerarse prisioneros de guerra. Una cuestión a evitar de todo punto. La liberación de los apátridas - que son la mayoría de los judíos de procedencia polaca - es prácticamente imposible por medios legales. (pag. 556) Debate en el que parece intervino mi padre muy activamente, concretamente en  Miranda de Ebro. Una cooperación humanitaria  tan delicada y de tal magnitud que el War Organization tiene que “estar en relación directa con la Inteligencia Militar (MI6) para obtener toda la información que sea de utilidad para ésta labor” (pag 553). Entonces deciden que no hay otra solución que proceder a los salvamentos clandestinos.

Por lo tanto, el tandem Cruz Roja Británica -War Organization - MI6, será la solución que proponen las autoridades británicas para rescatar y evacuar por el medio que sea a los prisioneros aliados de las cárceles españolas. De donde se deduce que cuantas menos personas lo sepan, incluido el embajador británico, más protegidos estarán unos y otros. Para enero de 1943, el número de internos en Miranda de Ebro asciende a 3.500, puesto que siguen llegando una media de 80 a 100 personas al día, obligándoles a reforzar la ayuda de la Cruz Roja Británica con la norteamericana. Liberaciones cuya responsabilidad recaerá siempre en el mismo brigadier Torr, agregado militar británico en Madrid, junto a  la Cruz Roja Británica, establecida en la capital y financiada por el War Organization. En el intento por aligerarles la carga a tantos hombres, se decide clasificarlos por categorías. Resulta casi imposible separar a los prisioneros de guerra de los civiles, o los refugiados, por lo que quedan definidos de la forma  siguiente:
                        - Nacionales de Origen Conocido
                        - De nacionalidad adoptada
                       - Nacionales de “países amistosos”, tales como judíos y gentiles alemanes y             .                         austriacos escapados del nazismo.
                       - Refugiados apátridas, judíos y gentiles (pag 561).

El 4 de julio y el 4 de noviembre de 1941, el gobierno español ya había liberado a un buen número de polacos de Miranda de Ebro con la condición de que “hasta el momento en que los mencionados súbditos salgan de España sean puestos a disposición de esta legación.” (A.45/763/2) Hombres que habían tratado de penetrar a España desde Francia para trasladarse a Portugal pasando ilegalmente la frontera. Pero fueron detenidos y enviados al campo de concentración de Miranda de Ebro como refugiados políticos. La Legación de Polonia defiende con razón que no existía una base jurídica que justifique esta clasificación en un país neutral y deban sufrir internamiento como prisioneros de guerra. Ninguno portaba armas al llegar. Defiende esa Legación que el mismo término de “refugiado político” indica que solo razones políticas obligan a los que así se designan a buscar asilo en este país. A pesar de mis nulos conocimientos de polaco, las listas de nombres que se conservan en el Instituto Sikorski de Londres con 339 nombres de prisioneros polacos ya situados en Londres, procedentes de Miranda de Ebro el 26.9.1941, he podido verificar que por ejemplo, Srefan Bartolewski, León Borer, Adam Borowiec, Leon Danisz, Alejandro Kowalski, Tadeus Ciéslikowski, Haim Eichenbaum, Stanislaw y Waclaw Gorski, Karol Kubika, Lewicki, Lipinski y muchos más, aparecen también en las correspondientes del Ministerio de Asuntos Exteriores español. Es decir, eran los mismos de los que se responsabiliza la Legación de Polonia en Madrid y los ya liberados, con una diferencia de 5 meses. Precisamente los prisioneros que mi padre dirigió entre Miranda del Ebro hasta Valença do Miño, después de firmar falsos certificados médicos para que salieran del campo de concentración y cruzaran a Portugal clandestinamente a través de Guillarey. O incluso certificando sus falsas muertes antes de salir de nuestra finca en Redondela con una nueva identidad para que, después de salvarles la vida, siguieran viaje.

Cuando en 1949 la Cruz Roja Británica escribe el memorando confidencial sobre su cooperación a través de España durante la II Guerra Mundial, reconocen que no se pueden dar cifras exactas sobre el número de refugiados que pasaron por el país.(pag. 562)  Por otra parte, el mismo informe afirma que se lograron escabullir ilegalmente por los Pirineos un promedio de 200 personas por día entre 1940 y 1943. Asegurando que salían del país 500 por semana.  Debemos tener en cuenta que no todos fueron encarcelados, ni tampoco estaban de paso, algunos también se quedaron. Todo eso sin contar con los cientos de personas que se colaron por su cuenta y riesgo a través de los 100 pasos encubiertos pirenáicos, fueran o no derivados posteriormente hacia las rutas “oficialmente clandestinas” y supervisada por los servicios secretos hasta culminar en las fronteras con Portugal y Gibraltar. Por lo tanto no es descabellado calcular el paso ilegal por España de 220.000 huidos del nazismo durante la II Guerra Mundial.

¿A qué conclusión podemos llegar entonces? Ante todo, a comprender porque les interesaba tanto a los aliados preservar la neutralidad española, puesto que significaba el salvamento de miles de europeos que de otra forma hubieran sucumbido a la persecución y los asesinatos nazi. Una prioridad aliada poco conocida durante la II Guerra Mundial y a la que no se le ha prestado excesiva atención, quizá por falta de información, cuya magnitud ahora podemos comprender. Por otro lado, tampoco hay que pensar que Franco hizo concesiones gratuitas, ni a la ligera para convertir a su país en un campo de operaciones extranjero. Probablemente estaba mejor informado de las evacuaciones clandestinas que el mismo embajador británico a través de sus propios servicios de inteligencia y los férreos controles fronterizos,  pero sobre todo, a través de la Gestapo.  Al fin y al cabo era Alemania la más interesada en no dejar pasar a unos refugiados que venían persiguiendo por media Europa. A los jóvenes en edad militar, para que no se fugaran del ejercito nazi y evitar que se reincorporasen a los ejércitos aliados. A los judíos por obvias razones de persecución antisemita y el resto, para que no delataran lo que estaba ocurriendo en una Europa invadida por el III Reich y sometida a su tiranía.

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Los diplomáticos Guillermo Roland, Ángel Sanz Briz, Julio Palencia, José Rojas, Sebastián Romero Rodrigales y por último el Dr. Eduardo Martínez Alonso, son los españoles que pasarán a la posteridad como Justos entre las Naciones por salvar múltiples vidas de judíos del Holocausto, muchas veces a riesgo de la suya.


                                               Patricia Martínez de Vicente es antropóloga social y escritora.
                                               24 de junio del 2007